Pocos son los turistas que se marchan del país sin una cajita de bombones o sin admirar la Grand Place. Un lugar de leyendas y cuentos. Una plaza para encontrarse y tomar una cerveza belga. Mientras los turistas buscan el hueco para hacer la foto de rigor nosotras la cruzamos decididas, hacia la Bourse. No podemos ignorar el Hotel de Ville... su asimetría le hace ser un edificio todavía más bello.

Empieza a oler a fiesta y a Navidad. Cómo no, se pueden ver los miles de aviones que atraviesan esta ciudad y de fondo, las sirenas a las que no me acabo de acostumbrar.

Las ramas de mi destino

¿Cuántas veces hemos discutido acerca del destino? Hay quien piensa que el destino es una cosa impuesta y que poco podemos hacer por construir nuestro devenir. Entonces, alguien cuenta una historia en la que alguien se salvó de un accidente porque en el último momento decidó no subir al avión... No es casualidad dicen, es el destino...

Otros somos más partidarios de la idea de que somos nosotros los dueños de nuestro destino, o mejor dicho, los responsables de nuestras acciones. No sé vosotros pero en mi vida ahora mismo no hay un solo camino sino muchas ramas que se entrecruzan y hacen formas (como en la peluquería de Iturrama...). Y que queréis que os diga, es un lío. Y si no, que se lo digan al de Habana Blues. Sé que me tengo que subir a alguna pero no sé a cuál. Ojalá el destino o quien sea me dijera a qué rama me tengo que subir, cuál es la más segura y desde la que hay mejores vistas.

Miren, es este el principio del fin? o el principio del principio?

Buena suerte con la rama!